Dos años como mamá

Hoy hace dos años que además de Azahara soy mamá y así casi sin esperarlo mi vida cambio.

Yo siempre he sido una persona sumamente exigente conmigo misma y sobre todo en los ámbitos que los demás esperan de mi me gusta cumplir y a poder ser de la mejor forma posible… en esta nueva “tarea” no iba a ser menos… pero por supuesto no tarde mucho tiempo en darme cuenta de que aquí la perfección no existe.



Sin tareas fijas, sin horarios, sin escala de prioridades y un sinfín de cosas más es difícil sobre todo al principio saber por dónde tirar. Se dan mil consejos, hay millones de listas de que cosas son imprescindibles tener o consejos de cómo deben actuar las visitas… pero pocas veces conseguimos dar con textos donde se hable de sentimientos a flor de piel, de verdades sin excusas y llantos sobre llantos.

Para mí desde entonces tengo una frase que siempre repito: El agobio de una madre viene de la mano de la cantidad de cargas que ponga en su lista. Y es que hay algunos niños que son “niños maceta”, lo puedes poner donde quieras que ahí se quedan contemplando la vida y dando lo mejor de sí con solo cantarles un ratito y regarles de vez en cuando. Pero la gran mayoría no son así, la gran mayoría son monos, necesitan estar colgados todo el día de alguien, el contacto es imprescindible para ellos… y eso hace que su madre tenga que vivir por y para ellos el 90% de su día… pero claro pretendemos, y sobre todo la sociedad nos pide, que lo hagamos sin dejar de lado las demás cosas que hacíamos.

Pero eso según en qué momentos o etapas de la maternidad es físicamente imposible de conseguir. Y a esas cargas son a las que me refiero como las culpables del agobio. Cuando hablas con mujeres recién paridas, lactantes y con bebes mono… la frase más repetida es:  Qué agobio ¡! Todo el día aquí sentada dándole teta... o con él en brazos es que no puedo hacer nada ¡! La cocina está sin recoger, no friego el suelo desde hace 3 días, tengo lavadoras que poner, ir a comprar…   Te suena?

A mí ahora me entra la risa al escribirlo pero como las entiendo… creo que jamás se me olvidará la sensación de colocar a Noa en el fular y sentir LA LIBERTAD de recuperar los brazos. Y es que sin duda sobreviví al inicio de la maternidad gracias al colecho y el porteo, sin ellos yo ahora mismo estaría encerrada en algún centro… seguro.
         
Después de dos años sigue habiendo días que siento ese agobio, no es ni muchísimo menos como antes pero la sensación de que siempre quedan mil cosas por hacer yo creo que no desaparece jamás, pero es cierto que tienes muchas más herramientas para sobrellevarlo o al menos estás más concienciada de que tu mejor aliada es la luz apagada, para no ver nada... jajaja

Y es que los vasos.. los platos… las pelusas… y la ropa va a seguir ahí… pero nuestros hijos no. Nuestros hijos crecen por segundos… a cada respiro nos van necesitando menos, hasta que llegue un día que hasta nos digan “que pesada eres mamá!!” por eso si tengo posibilidad de aplazar cualquiera de las otras cosas por un momento, por un día o por una semana, para poder estar, jugar, reir, bailar, cantar o cualquier otra cosa que ella quiera hacer conmigo lo hago.


Porque nosotros somos el espejo donde se miran, tenemos que enseñarle cuales son las cosas importantes y las que de verdad nos hacen feliz… y una casa bonita, limpia y ordenada es una satisfacción… pero no da la felicidad de vivir 5 minutos disfrutando con ella, de su risa, sus gestos, sus mimos, de sus medias palabras que casi nadie entiende, sus invenciones, sus intentos de superarse, su querer ayudar aunque entorpezca, de su vida…

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